TEATRO ENCUENTRO
PALABRAS
8º. Estancia Laboratorio Escénico
Teatro Encuentro
Actriz: Geraldine De la Madrid Guerrero
Texto: Palabras
Autor: Moisés Mato
Fue el Jueves 8 de abril lo recuerdo claramente, como clara era el agua que le escurrían por las hojas y por todo su cuerpo de ese gran árbol en medio de la sierra de Zongolica, caminamos a la casa grande como en la comunidad se le conoce al casco de lo que hubiera sido una hacienda, donde seguramente los indios entraban encalzonados en sus percudidos pantalones, sus calludos cuerpos mojados en sudor y a las espaldas las cargas de café traídas al lomo desde no sé donde… pero seguro de entre las veredas ahogadas de lodo. Una puerta en madera de dos hojas y cruzando el umbral un tapiz de piedras redondas traídas del río, gran corredor, un plancha donde aun hoy se secan las cerezas del café.
Mas al fondo la obscuridad y como una estrella escondida entre ramas el foco que anunciaba el escenario donde habría alguien quien después me haría pensar que hay palabras que aun cuando existen como enunciaciones y realidades, están prohibidas, están censuradas en mi boca, que no pueden pronunciarse, que no pueden sonar… por el simple hecho de ser hombre, quiero decir es difícil decirle a otro hombre la palabra AMOR, CARIÑO, CARICIAS, MI VIDA, MI CIELO…
Están difícil decirte cuanto quiero herirte la mirada con mi sueños, es tan difícil decirte como la profundidad de tus pupilas hurgando en mi frente me embriagan… Están difícil poder decirte que tu sola presencia me incitaba a estrecharte en mis brazos y tus rizos tocándome la cara, tan difícil como pensarte que los pelos de tus piernas se regodeaban en mi estomago.
“¿Cómo se llama la sensación que queda cuando sientes que no pronuncias las palabras oportunas, cuando no aciertas a expresar lo que sientes? ¿Como se llama la experiencia de querer gritar y no saber muy bien por qué?”
Y de repente mis brazos te sujetaron por la espalda, tu olor a sudor, tu cabello ahogándome la mirada, tus cabellos acariciándome el aliento, la caricia tibia de tus axilas sobre mis bíceps, y tu mirada dulce, tu sonrisa liberada por dos hileras de blancos dientes y tu risueña lengua asomándose con timidez fingida… y tu expresión fue si es que la subjetividad no me traiciona.
- TÚ.- ¿De sorpresa?
- YO.- ¿No te gustan las sorpresas?
Y fue tu risa que respondió seguida de un guiño de ojos… después todo se volvió turbio como el agua de los charcos en el camino después de pasada la lluvia esa tarde.
“Y cuando eso que te quema en el pecho, no solo no lo puedes describir sino que además no tienes con quién compartirlo…”
Por eso después solo esperaba que pasaras cerca para tocarte la mano, para rodearte la panza, para acariciarte el ombligo sobre la playera… para reconocerte por tu camisa de cuello en el ejercicio de ojos cerrados… para frotarte la espalda, los dedos, para besarte los cabellos aun cuando no lo notes, para acariciarte los labios cada vez que te miro o cuando sincronizo mi respiración con la tuya mientras yaces sentado entre mis piernas…
“Quizás las palabras no deberían ser tan importantes. Pero lo son.”
Después es el regreso y con ellas las despedidas, sintetizado todo en un cuídate mi muchacho, cuídate por favor mi muchacho, ¿me dejas tu correo electrónico?, gracias mi muchacho, sin que sepas que…
“Las palabras abrazo no se las lleva el viento.” Lukas Avendaño11 de abril 2010
Teatro Encuentro
Actriz: Geraldine De la Madrid Guerrero
Texto: Palabras
Autor: Moisés Mato
Fue el Jueves 8 de abril lo recuerdo claramente, como clara era el agua que le escurrían por las hojas y por todo su cuerpo de ese gran árbol en medio de la sierra de Zongolica, caminamos a la casa grande como en la comunidad se le conoce al casco de lo que hubiera sido una hacienda, donde seguramente los indios entraban encalzonados en sus percudidos pantalones, sus calludos cuerpos mojados en sudor y a las espaldas las cargas de café traídas al lomo desde no sé donde… pero seguro de entre las veredas ahogadas de lodo. Una puerta en madera de dos hojas y cruzando el umbral un tapiz de piedras redondas traídas del río, gran corredor, un plancha donde aun hoy se secan las cerezas del café.
Mas al fondo la obscuridad y como una estrella escondida entre ramas el foco que anunciaba el escenario donde habría alguien quien después me haría pensar que hay palabras que aun cuando existen como enunciaciones y realidades, están prohibidas, están censuradas en mi boca, que no pueden pronunciarse, que no pueden sonar… por el simple hecho de ser hombre, quiero decir es difícil decirle a otro hombre la palabra AMOR, CARIÑO, CARICIAS, MI VIDA, MI CIELO…
Están difícil decirte cuanto quiero herirte la mirada con mi sueños, es tan difícil decirte como la profundidad de tus pupilas hurgando en mi frente me embriagan… Están difícil poder decirte que tu sola presencia me incitaba a estrecharte en mis brazos y tus rizos tocándome la cara, tan difícil como pensarte que los pelos de tus piernas se regodeaban en mi estomago.
“¿Cómo se llama la sensación que queda cuando sientes que no pronuncias las palabras oportunas, cuando no aciertas a expresar lo que sientes? ¿Como se llama la experiencia de querer gritar y no saber muy bien por qué?”
Y de repente mis brazos te sujetaron por la espalda, tu olor a sudor, tu cabello ahogándome la mirada, tus cabellos acariciándome el aliento, la caricia tibia de tus axilas sobre mis bíceps, y tu mirada dulce, tu sonrisa liberada por dos hileras de blancos dientes y tu risueña lengua asomándose con timidez fingida… y tu expresión fue si es que la subjetividad no me traiciona.
- TÚ.- ¿De sorpresa?
- YO.- ¿No te gustan las sorpresas?
Y fue tu risa que respondió seguida de un guiño de ojos… después todo se volvió turbio como el agua de los charcos en el camino después de pasada la lluvia esa tarde.
“Y cuando eso que te quema en el pecho, no solo no lo puedes describir sino que además no tienes con quién compartirlo…”
Por eso después solo esperaba que pasaras cerca para tocarte la mano, para rodearte la panza, para acariciarte el ombligo sobre la playera… para reconocerte por tu camisa de cuello en el ejercicio de ojos cerrados… para frotarte la espalda, los dedos, para besarte los cabellos aun cuando no lo notes, para acariciarte los labios cada vez que te miro o cuando sincronizo mi respiración con la tuya mientras yaces sentado entre mis piernas…
“Quizás las palabras no deberían ser tan importantes. Pero lo son.”
Después es el regreso y con ellas las despedidas, sintetizado todo en un cuídate mi muchacho, cuídate por favor mi muchacho, ¿me dejas tu correo electrónico?, gracias mi muchacho, sin que sepas que…
“Las palabras abrazo no se las lleva el viento.” Lukas Avendaño11 de abril 2010